Estelí, 13 de Diciembre del 2006
En el planteamiento mundial de la lucha eterna y aterradora de la riqueza económica contra su real productora, la siempre pobre fuerza de trabajo, se han venido manejando términos calificativos de las dos en contienda, generados por la primera, con el objeto de ocultar, confundir, enredar u opacar sus verdaderas intenciones, la objetividad de su accionar pecaminoso contra las masas no pudientes que explota. La riqueza, en su devenir histórico, ha optado por manejar términos calificativos sobre ella misma y la fuerza de trabajo que la sustenta, con el fin de evitar la identificación exacta del fenómeno que las produce; en lenguaje técnico económico de la humanidad, estas dos fuerzas irreconciliables, sin distingo de raza o color, se han venido definiendo de las siguientes maneras:
RIQUEZA: (Fuerza Económica)
Nobles, Realeza, Majestades, Cortesanos, Abolengos, Linajes, Aristócratas, Colonialistas, Soberanos, Dictadores, Tiranos, Oligarcas, Burgueses, Burócratas, Empresarios, Industriales, Comerciantes, Terratenientes, Agricultores, Ganaderos, Agropecuarios, Agro exportadores, Mercaderes, Otros, Dependientes y Descendencia de los mismo. Militares y Sacerdotes, factores coadyuvantes.
POBREZA (Fuerza de Trabajo)
Esclavos, Ilotas, Siervos, Glebas, Plebes, Artesanos, Jornaleros, Trabajadores, Obreros, Proletarios, Medieros, Peones, Asalariados, Domésticas, Cocineras, Meseras, Operarios, Braceros, Soldados, Creyentes, Otros y Descendencia de los mismos. Sindicatos, Cooperativas y Asociaciones, son factores difusivos. Estas denominaciones dividen la Fuerza de Trabajo y le impiden homogenizarse en los planes de sus luchas reivindicativas, no permiten visualizar lo que sería la unión general de su vigor.
Haciendo una consideración seria y real sobre estas dos bandos en conflicto, sin ponerles apodos de ninguna especie, a los primeros, podemos con facilidad identificarles como poderosos, una ínfima minoría, y a los segundos, como desposeídos, la gran mayoría. Es la riqueza ensanchándose hasta lo imposible sobre los lacerados hombros de la pobreza, que a diario se aumenta y degenera. Los dominadores han impedido siempre que los dos partidos sean llamadas por sus auténtico nombre, para evitar la exacta y fácil identificación de la realidad voraz de la rapiña insaciable de los poderosos y confundir a los dominados con calificativos irreales y esperanzadores de un futuro casi imposible, matizado por la publicidad capitalista, minimizando las ansias, que puedan existir, de inyectarle fuerza a la perenne lucha emancipadora.
El verdadero calificativo de estas fuerzas identificadas, con sus sinónimos adecuados, son: Ricos, pudientes, adinerados, glotones y explotadores, versus pobres, desgraciados, hambrientos y desdichados; visto así la contradicción se vuelve sangrienta, convidante a la lucha frontal y definitiva; con esto de apodar estos grupos rivales con otros nombres alejados de su realidad es para ir posponiendo ese enfrentamiento justiciero e inevitables de unos pocos poderosos contra una gran mayoría indigentes.
Eso de recurrir a los abolengos o clases sanguíneas, sangre azul y sangre horchata, es otro de los elementos que han manejado los poderosos a favor de sus intereses económicos, pero la verdad es que también la sangre azul la hace la riqueza, entre mejor se esté económicamente, más sangre azul se tiene. El desposeído, si la suerte le ampara y usa la rapiña, a medida que va adquiriendo posesiones, va azulándose su sangre hasta llegar a tenerla morada, lleno de títulos y sobrenombres que amparan y legitiman sus posiciones y las aptitudes con que las obtuvo.
Los practicantes de la comunicación pública, al estilo que sea, cuando se expresan usando los calificativos técnicos capitalistas para referirse a cualquiera de los frentes expuestos, está colaborando, conciente e inconscientemente con la clase poderosa, en detrimento de los oprimidos; para aludir estos aspectos, hay que tratarlos como debe ser, dándoles su verdadera identidad; el definirlos con el tecnicismo imperial es contribuir con la cortina de humo con que se suele tratar estos asuntos, ayudando a las intenciones mal sanas de los pudientes. Hay que estar claros de que son dos clases las que existen y han existido en la conformación de la sociedad mundial, y estas son: Poderosos y Desposeídos, los que tienen y los que no tienen, imperio e indigencia; todo lo demás es marrullería técnica de la comunicación disfrazando la realidad de los elementos de esta contienda a favor de los todo poderosos de nuestras comunidades humanas.
Ninguno de los definidos como pudientes, mantiene su identificación por la potestad e influencia que le da la misma; el día que a uno de ellos, por el motivo que sea, le abandona la buena fortuna, cae indefectiblemente en desamparo, desconocimiento y desprecio de sus congéneres. Todo el esplendor anterior fue atributo exclusivo del poseer riquezas económicas; en la situación de desamparo no le vale ni la sangre, ni los títulos, ni las relaciones, ha caído en banca rota y se ha transformado en un desclasado dentro de los desposeídos.
Los integrantes de la fuerza de trabajo, por falta de preparación, cuando por efectos casuales, escalan peldaños de poder, se olvidan de su clase y pasan a identificarse con los caracteres de la riqueza a nivel de lo que se va pudiendo acumular. Sólo la lucha integral consolidada por una buena preparación, bajo el estandarte de su auténtica condición, les podrá brindar su anhelada emancipación. El peor enemigo de esta contienda es la analfabetización. Los seres humanos son todo iguales, las única diferencia la da el oro y la preparación.
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