En nuestro diario hablar usamos infinidad de palabras, que sin estar claro de su verdadero significado, ellas nos ayudan a expresar una idea. La cosa no es tan sencilla, hay muchas palabras impuestas adrede en los diccionarios y en nuestro hablar, que se utilizan como arma enajenante sobre nuestras realidades sometidas a los imperios o a los colonizadores. Palabras que su pronunciación, lectura o escritura constante, van deformando en nuestros sentidos una cruda realidad y fijando otra preconcebida y conveniente al dominador. Nuestros mejores diccionarios de la lengua son preparados, editados e impreso en magníficas editoriales propiedad de grandes congregaciones religiosa, y éstas, que van a favor del dominio sobre la humanidad, implantan un lenguaje aparentemente inofensivo pero que en sus entrañas lleva el veneno enajenante para los pensares y memorias colectivas, haciendo que poblaciones enteras adormezcan sus duras realidades de sometidas a los intereses particulares de una clase explotadora.
Este escrito pudiera extenderse en libros enteros sobre el tema, pero no se pretende tanto, ni se está preparado para tal fin, pero se darán unos ejemplos para aclaración prismática del primer párrafo, iniciaremos con la palabra indio.
A los americanos nativos se les llama indio, supuestamente porque a los falsamente descubridores de estos territorios, suponiendo que buscaban el territorio de la India, al encontrar tierra habitadas, erróneamente les llamaron indios; esta equivocación era fácilmente corregible, pero no era conveniente, la palabra indio, para el que la pronuncia, lee o escribe, señala un estereotipo de personaje: ignorante, moreno oscuro, bajo, cara chata y redonda, pelo hirsuto, pie mediano y ancho; esta descripción lleva en su esencia un marcaje desechable, una discriminación implícita que impuesta a través de los años ha logrado que el nativo acoja con orgullo el ser indio americano, el mayor disparate del mundo, el indio es solamente, únicamente un habitante de la India. La terminología facilista y conformista que oímos con mucha frecuencia condescendiente al calificativo en cuestión “ya es la costumbre” “se impuso el término” “ya es común la palabra” es el resultado preciso, esperado y buscado por los que a propósito lo introdujeron. A caso no escuchamos en el hablar del pueblo, la expresiones: “es un indio caitudo”
“lo peor es poner a un indio a repartir chicha” “ese es un indio ignorante” En España, Miguel de Unamuno, refiriéndose a Darío dijo: Se le ve la pluma del indio en la cinta del sombrero. El que crea que la palabra indio es inofensiva, peca de ingenuo o ignorante.
A los americanos también se le denomina indígenas, esta es otra palabra que lleva el fin preconcebido del automarginamiento; el nativo, el pueblo en general, los grandes historiadores o excelentes escritores designan al originario de América como indio o indígena; ya explicamos lo de la palabra indio, ahora expondremos el origen de la palabra indígena, este adjetivo proviene del término indigente, voz que significa muerto de hambre, desgraciado, enclenque y deshabilitado. El imperio inglés usaba ese vocablo para llamar a los pueblos conquistados, después lo usó el imperio romano: “esos indigentes” “los indigentes” Una gran mayoría cree que la palabra indígena viene de indio, y no, este adjetivo proviene de indigencia, se llega al colmo del sometimiento mental cuando vemos a nuestros grandes historiadores de nuestras particularidades autóctonas, llamarse orgullosamente indigenistas. Veamos su explicación científica... FUENTE: INDÍGENA: ADJ - (de INDU antigua forma, de IN y GEN, vieja figura de indigno; engendrar, traer, producir) Indígena: (INDIGEO) con necesidad de, necesitado; Indigente Indigentia: Ser insaciable.- Según Cicerón, de la indigencia nace la amistad. INDIGEO: de INDÜ y EGEO = Carecer, requerir, necesitar, sufrir deseos. Extraído de: Sir William Smiths. Latín English Dictionary with a Dictio-nary of proper names. Londres - John Murray.- Año 1896 - Edición 36. Bajo esta referencia queda claro que no se está afirmando un disparate, la voz indígena, sin tener parentesco con el calificativo indio, lleva premeditadamente el mismo fin discriminativo.
Pasaremos a analizar la palabra aborigen: Viene del latín aborigínes, de ab, desde y origen, principio o manantial (desde su principio) Dísese del elemento primordial o constitutivo de la naturaleza de algo (huevo, feto o amorfo). En nuestro medio, los historiadores, escritores o sociólogos, llaman así a los nativos de cualquier lugar del mundo, sobre todo a los auténticos australianos o a los olmecas mexicanos, aparentemente sin enterarse de que están calificando a las personas nativas, oriundas de un lugar, en forma repugnante; si se busca un diccionario supuestamente bueno, se encontrará con que aborigen es oriundo de un lugar; estas son las dualidades creadas a propósito para desvalorizar la personalidad del nativo en forma despectiva y marginante.
Desde que se inició la acumulación primitiva, el ser humano ha caminado por senderos de una confrontación irreconciliables de clases (los muchos, que no tienen nada, y los pocos que tienen mucho,) Esto es más claro que el agua, la minoría pudiente viviendo de la explotación salvaje de la gran mayoría indigente, estos se pueden denominar simplemente como pobres y pudientes, pero en lo político, los sociólogos, historiadores y escritores, adrede o ingenuamente, hacen de esas dos facciones una confusión sin nombre, propiciando un despelote inimaginable; en la identificación real de esta clases. Veamos: Pobre, (fuerza de trabajo) Esclavos, Ilotas, Siervos, Glebas, Plebes, Artesanos, Jornaleros, Trabajadores, Obreros, Proletarios, Medieros, Peones, Asalariados, Operarios, Domésticas, Braceros, Soldados, Creyentes, Otros y Descendencia de los mismos. Sindicatos, Cooperativas y Asociaciones, son factores difusivos. Estas denominaciones dividen la Fuerza de Trabajo y le impiden homogenizarse en los planes de sus luchas reivindicativas, no permiten visualizar lo que sería la unión general de su vigor. Pudientes, (Fuerza Económica) Explotadores, Abolengos, Nobles Linajes, Aristócratas, Colonialistas, Oligarcas, Burgueses, Burócratas, Empresarios, Industriales, Comerciantes, Terratenientes, Agricultores, Ganaderos, Agropecuarios, Agro exportadores, Mercaderes, Otros, Dependientes y Descendencia de los mismo. Militares y Sacerdotes, factores coadyuvantes. Con este océano de dominaciones, las dos clases se confunden en campos de lucha indefinida, nadie sabe quien es quien y entre esa difusa nube, la contienda se debilita; sería catastrófico para las fuerzas económicas que las fuerza de trabajo se llegara identificar solo como desposeídos para confrontar a las fuerzas económicas como poseedores absolutos, el que tiene (los pocos) contra el que no tiene nada (los muchos) lo mejor es la confusión de fuerzas para minimizar la contienda.
Con los ejemplos expuesto se pueden entender como una sencilla palabra se transforma en arma contundente de dominación cuando, a ésta, adrede se le identifica indebidamente. El habla popular, el decir diario con el uso de estos términos o similares, se vuelve puñalada trapera contra la facción débil en la lucha de clases.
Pasaremos a la palabra cultura, En 1982, la “Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales” convocada por la UNESCO, adoptó la «Declaración de México», una definición de cultura que mereció aceptación universal:
El Profesor Federico Mayor, Ex-Director General de la UNESCO,en su libro “La Nueva Página”, dice: < La cultura es el conjunto de elementos simbólicos, estéticos y significativos que forman la urdimbre de nuestra vida y le confieren unidad de sentido y propósito, de la cuna a la tumba. La cultura modula la forma en que ejercemos el ocio, la dimensión y amplitud que damos a la vida, los horizontes que le fijamos y la forma en que superamos lo cotidiano e inmediato para buscar valores trascendentes.- La cultura es el comportamiento cotidiano, que refleja la “forma de ser” de cada cual, el resultado de su percepción y reflexión, la elección íntima entre las distintas opciones que la mente elabora, la respuesta personal a las cuestiones esenciales, el fruto en cada uno del conocimiento adquirido, la huella de los impactos del contexto en que se vive> No existe pueblo inculto, todo el acerbo de conocimientos que se contiene en una comunidad es cultura de la misma. Eso de “culto” e “inculto” es una forma más de represión mediante el descalificar a un sector de la población. El campesino, el trabajador del campo y la ciudad, el pobre, generalmente son calificado como incultos, mientras que los citadinos, instruidos académicamente, de buena presentación y económicamente solvente, es culto; Esta es una de las sutiles formas en que la lengua se vuelve ingenuamente arma poderosa de conquista.
Ahora examinaremos la palabra intelectual, este vocablo es relativo al entendimiento, facultad de entender algo; el entendimiento y la razón son una misma cosa, es igual a juicio o buen sentido; de esto se intuye que todo el que razone, tenga buen juicio y entienda, es un intelectual; pero que es lo que pasa, en nuestro medio, haciéndole el juego a los dominadores, usamos el término en cuestión para calificar a un segmento de la población que suponemos instruidos, preparados, talentosos, y a los que no llegan ese nivel se les niega el poder ser calificado como intelectual. Mi padre, José Floripe Valdivia, burlándose de esos conceptos dañinos, por nombre, le puso intelectual a su caballo, él decía que su caballo entendía más que muchos auto llamados intelectuales de la localidad.
Una patrona, esposa de hombre adinerado, va a una Oficina Pública a llenar un cuestionario de impuestos, y en la casilla que dice
¿Cómo caemos ingenuamente en las redes oscuras del lenguaje? Conciente e inconscientemente, hacemos el juego a los malignos propósitos de los amo del idioma y dejamos que impunemente nos enajenen de las realidades objetivas y nos introduzcan a sus verdades falsas y preconcebidas para hacer daño.
Lo poco que se ha expuesto en este escrito, es suficiente para crear conciencia sobre el tópico y hacer nacer en el alma del usuario de la lengua, en cualquiera de sus manifestaciones, carácter combativo sobre estas barbaries. Es de vital urgencia limpiar nuestro hablar y escribir de impurezas asquerosas y dañinas. Que sean nuestras expresiones puras, con espíritu de lucha y ansias de libertad.
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